“Cuando mis manos y mis dedos danzan
sobre tu piel, se acarician nuestras almas”
Mei San (Remei)
Seguro que no lo habías pensado, ¿te has preguntado alguna vez si tienes algo en común con los samuráis?
¿Te imaginas a un guerrero japonés preocupado por las arrugas de su cara, las bolsas de sus ojos o por la luminosidad y definición de su rostro?
Pues sí, a ellos les importaba tanto como a ti.
En 1877, los samuráis -liderados por Saigo Takamori- se enfrentaron con sus espadas e indumentarias al emperador Meji Tenno, más de 20.000 de estos guerreros legendarios fueron extinguidos bajo el ataque del gobierno reinante de Japón.
Después de aquel aniquilamiento, los samuráis no volvieron a recuperar su estatus en la Tierra del Sol Naciente, pero su legado, su espíritu, sus códigos de honor, sus principios morales, sus rituales de armonía entre cuerpo, mente y alma siguen estando vivos entre nosotros.
La leyenda cuenta, que los samuráis cuando volvían de las batallas, se hacían un masaje facial para recuperar el ánimo y recolocar cada músculo de su cara, enardecida por la furia de la batalla. Para ellos su expresión y el estado del rostro eran el reflejo de su paz interior. Después del masaje, los guerreros se sentían muy reconfortados. Su piel irradiaba luz, la luz que provenía de su alma.
Una emperatriz muy curiosa, observando a los samuráis indagó y descubrió el porqué de ese rostro tan majestuoso que lucían, era el mágico masaje facial. La emperatriz lo trasladó a la casa imperial para probar sus resultados y desde entonces, el masaje facial japonés pasó a formar parte de los rituales de bienestar de las emperatrices y las mujeres de la alta sociedad de Japón para que sus rostros se mantuvieran eternamente jóvenes y radiantes.
En occidente el masaje facial japonés es mayoritariamente conocido como Kobido®
En japonés Kobido® significa “el antiguo camino de la belleza”
El masaje facial Kobido®
Es el tratamiento de lifting facial natural más sofisticado que existe y sin cirugía, llegó a Japón sobre el año 1300 de la mano del Tui-Na, el masaje terapéutico de la Medicina tradicional china, donde fue adaptado y adoptado por las clases dirigentes.
Cuenta con un linaje de 26 generaciones, con más de 540 años de historia que ha ido desarrollando este masaje facial en base a una serie de técnicas propias transmitidas de generación en generación por los maestros de la Casa Kobido® desde 1472. Este masaje facial permite aumentar de nuevo las facciones faciales y devolver al rostro su belleza natural.
Consta de más de mil técnicas exclusivas divididas en 48 categorías, las cuales se subdividen en múltiples variaciones, para adaptarse a los diferentes contornos, condiciones y necesidades del rostro.
El Kobido® es un masaje único, preciso, personalizado. Cada masaje es diferente porque cada rostro es diferente. Gracias a la sabiduría y destreza del facilista se consigue entrar en una relajación y conexión profunda cuerpo-mente-emoción-alma, obteniendo unos resultados que rozan lo artístico.
Es un ritual de movimientos de percusión, drenaje, vibración, estimulación, presión, relajación y reeducación muscular, para drenar, oxigenar, relajar y liberar tensiones en las zonas superficiales y profundas de la cara, cuello, zona de escote y cráneo. Trabaja en la piel, en la musculatura subcutánea, las fascias, los meridianos y los puntos de acupuntura.
La piel se vuelve más radiante, suave, tonificada, se recupera la luminosidad incluso la de la mirada, desaparecen los signos de estrés, las tensiones, para devolver el equilibrio de la amorosa expresión.
Prácticamente todos podemos disfrutar de un masaje Kobido®, tiene amplios beneficios y al ser un tratamiento facial completamente natural carece de efectos secundarios nocivos.
Está indicado para todo tipo de pieles, pieles flácidas o envejecidas, pieles con impurezas, deshidratadas o con falta de luminosidad. También para personas con tensiones musculares, estrés, migrañas, insomnio, dolor en la articulación mandibular, bruxismo, edemas faciales y para volver a reconectarse con su propia esencia.
Qué pueden hacer nuestras esencias florales en comunión con el masaje facial japonés?
Pueden trabajar a nivel físico, emocional, transpersonal, espiritual, a través de la parte más sensitiva que tenemos, nuestro mayor órgano, nuestra piel.
Horbeam: Para la flacidez. Nos soltamos, nos dejamos ir, no sostenemos, cuanta pereza nos da. Hay que recuperar este sostén. Si somos capaces de sostenernos nuestra piel también se sostendrá.
Walnut: Protección de agentes externos (polución, frío, aire, sol, calor, agresión…). Nos tenemos que adaptar, pero también proteger de cualquier cambio en nuestra vida. Nuestra piel es nuestra primera barrera de protección.
Crab Apple: Limpieza, impureza, imperfección. No me gusta mi piel, no me gusto yo. Voy a limpiar todas las capas de mi ser para conectar con mi esencia más profunda, con mi propio Yo. Así me puedo mostrar al mundo desde mi autenticidad.
Olive: Aporte de energía. Si no estoy enérgica, estoy apagada, mi piel está sin luz. Le aporto luz a mi alma para que desde el rostro pueda brillar, resplandecer.
Clematis: Reconexión. Cuando me desconecto, no hay nutrición todo se seca, todo se arruga. Cuando me conecto con la Madre Tierra, me enraizo, hay nutrición. Yo me nutro, mi piel se nutre, se tonifica.
Centaury: Debilidad, adherencias, poner límites. Cuando no pongo límites mi rostro, mi cuerpo se contraen, se pega a algo. Cuando digo No desde el corazón, suelto toda la tensión, me empodero, mi expresión se relaja, disfruta y confía.
Start of Bethlehem: Traumas, cicatrices. Las arrugas se pueden considerar como restricciones o “cicatrices” en cierto modo. Restaurador como Walnut de agresiones externas. Todo trauma nos encoje, nos retrae, nos marca. Cuando sanamos heridas, vamos limpiando, borrando, desdibujando, nuestra mirada y nuestra piel se suavizan.
Elm: Perfección, estrés, tensión. Por el estrés que sufre el rostro, el cuello, la mandíbula. Cuando suelto el control, la perfección y acepto la imperfección perfecta que hay en mí, todo se destensa, la relajación se refleja en el rostro, todo está bien.
Rock Water: Dureza, sequedad. Si no hay fluidez, hay sequedad, estancamiento. Las emociones se mueven como las aguas, dejo que éstas fluyan y recupero la magia que hay en mi mirada.
Las esencias se pueden mezclar con aceite de Argán, Jojoba, Marula, Rosa mosqueta, Caléndula…, también en cremas, en función del tipo de piel. Se pueden poner todas o no, según las necesidades del cliente.
El maestro Shogo Mochizuki, 26avo descendiente del linaje Kobido® afirma “el masaje Kobido® no se puede explicar con palabras, es una experiencia única llena de sensaciones que hay que probar, cuando lo haces desde el corazón, llega al corazón de las personas que lo reciben”